Toy Story 4: la muerte del maniqueísmo

Toy Story 4 (2019), dir. Josh Cooely


ADVERTENCIA: este post contiene spoilers de Toy Story 4. Si no has visto la película y tienes intención de hacerlo, deja de leer.

Desde muy temprana edad, recuerdo una secuencia que se quedó grabada en mi cabeza. Un grupo de soldados, con armaduras blancas, irrumpe en una nave espacial y comienza a disparar a los tripulantes. Una lluvia de balas láser cae entre ambos bandos. De entre el humo que se levanta por la batalla, surge un sonido, una respiración profunda y, entonces, aparece él, el villano del cine por excelencia: Darth Vader.


Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza (1977), dir. George Lucas


La figura del villano es una constante en casi cualquier historia que podamos imaginar. Una entidad que trata de obstaculizar el avance del héroe, alguien cuya simple presencia nos haga apretar las manos en la butaca, que suponga una contrapartida para el protagonista, que le ponga a prueba y le haga cuestionar sus ideales. Sobre el papel suena bien.

Pese a ello, el cine más convencional nos ha acostumbrado a que los villanos suelan reflejarse como seres desprovistos de toda humanidad. La línea entre el bien y el mal está muy definida. Esto hace que sea mucho más factible posicionarse con los héroes. Sin embargo, con el paso del tiempo, cada vez se presentan antagonistas mejor desarrollados. La escala de grises es más palpable hasta el punto de que los supuestamente buenos quizás no lo son tanto. El avance es lento, pero aún hay mucho que recorrer.

La línea de estos pretextos siempre sigue un talante maniqueísta. Pero, antes de nada, tengo que pararme a explicar que es el maniqueísmo.

En el siglo III, el sabio Mani, quien afirmó ser un profeta enviado por Dios, inició una corriente de pensamiento religiosa conocida como maniqueísmo. Estipula que únicamente existen dos fuerzas opuestas y en constante lucha en el universo: el bien y el mal. Luz y oscuridad, Pepsi y Coca Cola, PS4 y Xbox One… ¿Entendéis por dónde voy?

Hay gran multitud de ejemplos así. Por mostrar uno reciente: La forma del agua (2017). La última película de Guillermo del Toro se puede clasificar como una especie de cuento de hadas en la que tenemos a unos villanos muy malvados y a unos buenos a los que el mundo casi rechaza o ignora.

Esta doctrina maniqueísta se ha vuelto un recurso constante a la hora de escribir relatos. No es algo negativo a priori. A todo el mundo le gusta una historia en la que el bien se acabe imponiendo sobre el mal, es lo que todos deseamos que ocurra en el mundo. Pero… ¿Podemos hablar realmente del bien y del mal? ¿Quién pone esa línea invisible?

Expondré mi punto de vista a través de un personaje reciente, que se ha convertido en uno de mis favoritos: Thanos. Me sirve de ejemplo perfecto para mostrarlo ya que el género de superhéroes es uno de los que más tintes de maniqueo presenta.

Vengadores: Infinity War (2018), dir. Anthony & Joe Russo

Seguramente no seré la primera persona a la que habréis oído diciendo esto, pero por contradictorio que parezca, Thanos es el héroe en Vengadores: Infinity War (2018). Un héroe trágico que se ve impulsado a cumplir una tarea para la que nadie más está preparado. Podemos comprobarlo de una forma simple. Joseph Campbell, mitólogo y escritor, publicó un libro llamado El héroe de las mil caras (1949). En él, Campbell, basándose en escritos de mitología griega, desarrolló el esquema de El viaje del héroe. Dividido en doce fases, muestra todo el recorrido que realiza un héroe clásico, desde el comienzo de su travesía, hasta el final.

Pero si profundizamos más, existen otros elementos que nos lo demuestran. Cuando al comienzo de la película se quita la armadura parece algo sin importancia, pero sirve para reforzar el hecho de que lo que le espera es una travesía de introspección. Thanos no disfruta cuando se ve obligado a matar fuera de su talante de equilibrio. Son pequeños sacrificios que debe realizar por el bien colectivo. No sonríe ni muestra satisfacción porque sabe que son inocentes que se interponen en su camino como salvador del universo. En el momento que se dispone a matar a Iron Man, no lo hace jactándose de su victoria o ridiculizándolo. Todo lo contrario, le muestra respeto: “Espero que te recuerden”.


Al final de la película podemos ver a Thanos sentado en un porche, sonriendo. Ha salvado al universo y se siente feliz por ello. Una vez dicho esto, ¿podemos afirmar qué Thanos es malvado? ¿Es un héroe? ¿Un mal necesario? Supongo que dependerá de la perspectiva de cada cual. El caso es que no se nos muestra de una forma clara y definida. Se deja abierto a la interpretación.

Incluso Juego de Tronos, que empezó como una serie de entramado político acabó tornándose en una historia de épica medieval con toques de maniqueísmo. Al alejarse cada vez más de los libros, había que cambiar el rumbo. Esto no es malo, en absoluto. Personalmente, me encanta la épica. La nueva perspectiva quedó expuesta en el 5x08 (Casa Austera), especialmente, en el paralelismo religioso de los Caminantes Blancos con Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Una completa declaración de intenciones: el bien contra el mal.

Juego de Tronos 5x08 (2015) dir. Miguel Sapochnik

Ya es hora de ir al motivo que me incitó a escribir esto: Toy Story 4 (2019). Aunque el caso de Thanos no es único, es una aguja en un pajar. En cuanto al último trabajo de Pixar, me resulta cuanto menos curioso hablar de una película “infantil” con esta perspectiva.

Si observamos las anteriores entregas de la saga, podemos comprobar que los villanos no eran nada del otro mundo. Especialmente Sid, el niño de Toy Story (1995), es el arquetipo de villano más básico que podamos imaginar. Un niño que es malo porque… Pues porque sí. Puede que toda la violencia que dirigía hacia los juguetes fuera una vía de escape para un posible periodo de frustración, pero es algo que nunca quedó del todo especificado. En cuanto a Toy Story 2 (1999), tenemos a Al y Capataz. Uno es un hombre avaricioso y el otro un juguete olvidado con deseos de fama y grandeza. El caso de Toy Story 3 (2010) parecía bastante prometedor. Lotso es un juguete que creyó ser abandonado, y reemplazado, por su dueña. Podría tener cierta esperanza de redención, ya que su ira estaría más que justificada, pero al arrastrar a otros en su caída, pierde dicha posibilidad. A pesar de que en estos personajes mencionados se pueda atisbar cierto rayo de luz, al final acaban tornando más hacia la oscuridad.

Pero, ¿qué ha ocurrido en la cuarta película? La, supuesta, villana en todo esto es Gabby Gabby. Y digo supuesta porque no sé si es correcto llamarla así. Como recordaréis, pretende hacerse con el mecanismo de voz de Woody. Al principio parece que lo único que la mueve es el deseo de estar reparada. Más tarde descubrimos que el objetivo final era poder ser el juguete de una niña a la que siempre veía en la tienda. Gabby Gabby solo quiere ser como los demás juguetes, poder hacer feliz a alguien. Los guionistas la llevan hasta tal punto que resulta casi imposible no empatizar con ella.

¿Qué acaba desencadenando esta situación? Pues una historia en la que no existe una némesis per sé. Son meros individuos con sus intereses, que tratan de hacerse entender los unos a los otros. El hecho de que Gabby Gabby sea una muñeca no es un hecho elegido al azar para nada. Los autores son conscientes de que vamos a relacionarla, nada más verla, con el mal debido a la gran cantidad de relatos de muñecas malvadas que hemos visto hasta la saciedad. Las apariencias engañan. No le quita el mecanismo de voz a Woody a la fuerza. Habla con él, le expone su situación y ambos acaban entendiéndose. Woody sabe lo que es desear estar junto a alguien y sufrir una y otra vez distintas circunstancias que te lo impiden.

Normalmente suele ser bastante fácil saber por donde van a tornar los distintos puntos de la trama de una película de estas características. Pero cuando no optas por A o B, si no por C, siempre hay espacio para sorprenderse.

Sé que hay temas que no he tocado, como la dependencia emocional tóxica o las crisis de identidad. No quería desviarme demasiado del tema principal.

En cuanto a la película en general, debo reconocer que, a pesar de mi escepticismo inicial, me ha gustado. El hecho de que una obra dirigida a un público tan joven toque asuntos de esta clase es de lo más positivo.

Podéis decir lo que queráis sobre ella, pero este valor de mostrar paradigmas de semejante calibre, hay que reconocérselo.

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