La epicidad de Mad Max: furia en la carretera (2015)
Mad Max: furia en la carretera (2015), dir. George Miller |
“El maestro de todos nosotros ... el compositor más grande que jamás haya existido. Me dejaría al descubierto la cabeza y me arrodillaría ante su tumba.” Ludwig van Beethoven
Todo permanece en silencio y, entonces, lo escuchas: el
rugido del motor del Interceptor.
Este sonido es el que da inicio a la sinfonía de George Miller. Desde hace
años, el director australiano trataba de dar vida a esta nueva aventura del
guerrero de la carretera. No fue una tarea fácil pero, finalmente, el 14 de
mayo de 2015, llegaba a las salas de cine Mad Max: furia en la carretera. Protagonizada
por Tom Hardy (Max Rockatansky) y Charlize Theron (Imperator Furiosa) esta
cinta llega para resucitar el legado que la trilogía original construyó a
finales de los años 70 y principios de los 80. Al contrario de lo que se podría
pensar, esta película no se queda en un simple homenaje como lo fue Superman
Returns (2006) para su respectiva saga.
Lo que hizo Mad Max en la cultura
cinematográfica casi podría compararse a Star Wars. Me refiero a la concepción
de uno de esos mundos con los que el espectador fantasea. Resultan tan llamativos
que son un catalizador excelente para la imaginación. Es importante que a la
hora de escribir sobre fantasía o ciencia ficción, creemos un universo
atractivo. Sin embargo, quitando este factor, no entiendo como alcanzó tanto
renombre. Honestamente, la única entrega de la trilogía original que merece de
verdad la pena es Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981). Las otras me
parecen pasables como mucho. Cuando vi Mad Max: salvajes de la autopista (1979)
me pareció una película muy lenta. Un prólogo estirado como un chicle.
Pensamiento que me quedó aún más confirmado cuando al comienzo de su secuela,
el largometraje era resumido en apenas 5 minutos. Por otro lado, Mad
Max 3: más allá de la cúpula del trueno (1985) podría ser con
diferencia la peor de todas. La gran ausencia de escenas de acción con
vehículos y el hecho de que a mitad del metraje pasara a convertirse en una
especie de versión post apocalíptica de Los Goonies (1985) no ayudaron
demasiado.
Pero centrémonos en Furia en la carretera. Es una road movie a lo bestia. Para quienes no
lo sepan consiste en una historia en la que unos personajes se embarcan en un
viaje por carretera. Al final de la travesía suele quedar palpable que han
cambiado debido a sus experiencias. Ejemplos de este tipo de cine serían Thelma
y Louise (1991) o Little Miss Sunshine (2006).
Tras una introducción que nos da algo de contexto sobre el
mundo, la película da paso a un Max bastante tocado y tratando de escapar de
unos carroñeros. Todos esperamos una huida épica pero entonces… El Interceptor cae. Lo cual me parece una
declaración de intenciones del propio Miller. Destruir un símbolo querido para
manifestar que se van a romper las convenciones.
En apenas 6 minutos ya hemos tenido acción frenética. Una
constante que se mantendrá durante las dos horas de metraje. La principal
prioridad de este film es el puro entretenimiento. Dijo Sylvester Stallone que
con Los
mercenarios (2010) trataba de revivir el cine de acción de los años 80.
Personalmente, no me pareció del todo así. Sin embargo, aquí encuentro que
Miller no trata de repetir parámetros dándoles un nuevo enfoque vacío. Redefine
la fórmula para los tiempos actuales.
No solo la forma de realizar las escenas de acción ha
cambiado. También los personajes gozan de nuevos arquetipos algo más complejos.
Max es un personaje totalmente distinto. El original, interpretado por Mel
Gibson, era un tipo un tanto desconfiado y antipático pero, en el fondo,
bonachón. La versión de Tom Hardy es
bastante más oscura. Es un hombre atormentado por su pasado, casi un animal. De
hecho gruñe más que habla. Es incapaz de conectar con nadie hasta el punto de
que ni siquiera se toma la molestia de decir su nombre. No termina colaborando
con Furiosa porque quiera ayudarla si no porque no le queda otra. Hablando del
personaje de Theron, es el mejor elaborado de todos. Llega hasta tal punto que
casi parece que Max es un mero secundario. Lo mejor de todo es que no es el
interés romántico de nadie. Estoy casi convencido de que en cualquier otra
película habrían forzado algún romance innecesario. Ella da pie a los
principales hechos de la trama. También se ve forzada a formar una alianza
porque no tiene otra salida. Solo importa una cosa en este mundo: sobrevivir.
Hay una palabra que define a la mayoría de personajes de esta
película, al menos a los que no son villanos. Esa palabra es redención. No me
parece una casualidad. A la vez que la saga busca redimirse en este reboot/secuela,
sus personajes hacen lo propio. Max decide deja de autocompadecerse. Quiere
alcanzar esa ansiada redención. Furiosa también sigue un camino similar. Ha
crecido como esclava hasta conventirse en la mejor guerrera de Immortan Joe
(Hugh Keays-Byrne). Puede que la venganza sea una razón un tanto cliché para
justificar la motivación de un personaje, pero Furia en la carretera no
trata de ser una película con una trama compleja ni se cree más de lo que es.
No quiere lanzar ningún mensaje carente de sentido como sucede en muchos
remakes actuales.
Si tiene algo que decir, lo hace de forma directa, sin
andarse con galimatía: “¡No somos cosas!”. Los tres caudillos que aparecen son
casi un perfecto reflejo de nuestra sociedad actual. Los ricos y poderosos
viven como reyes, sus lacayos se sirven de los restos y, ¿para el pueblo?
Obviamente nada. Cada uno de estos líderes tiene el poder sobre un recurso
fundamental: agua, gasolina y armas. Es tal el temor que infunden que sus
esbirros están dispuestos a todo. Hay hasta una religión que rinde culto a los vehículos.
Muchos de los soldados llevan esquemas de motores grabados a fuego en la piel. Corean
“¡V8!” antes de emprender la marcha. ¿Su razón para luchar? Alcanzar las puertas
del Valhalla. Y por cierto, sorprende bastante la personalización de todos los
enemigos. No me refiero a los dictadores principales, si no al resto de malhechores.
Todos tienen rasgos distintivos que los diferencian unos de otros. Hasta los
soldados camicafres, que lucen la
misma estética, son bien diferenciables. Y que decir sobre todos esos añadidos
de lo más alocados… Por poner el ejemplo fácil: el guitarrista de fuego. Es
simplemente genial. Motiva a los soldados e inspira temor en el enemigo. Casi una
traducción perfecta de los momentos previos a esas batallas medievales en los
que los ejércitos gritaban unos a otros antes de entablar combate. Son
elementos que pueden parecer ridículos, pero el caso es que funcionan. Te lo
crees.
Volviendo a comentar el mundo en si, es cierto que falta un
poco de transfondo. Pero no me parece algo negativo. En la trilogía original
todo este embrollo se iniciaba por el agotamiento del petróleo. Veíamos a Max
realizando sus labores de policía pero el mundo aún no estaba hecho una
parrilla gigante. Sin embargo, en la tercera entrega, el planeta ya era un
completo desierto. ¿A dónde quiero ir a parar con todo esto? Es decir, ¿en
apenas 20 años qué abarca la trilogía original es suficiente tiempo para desertizar
la Tierra por completo? Aquí apenas se menciona el tema. Incluso se da a
entender que la principal causa fue una guerra nuclear. Casi nadie recuerda el
viejo mundo a no ser que haya aprendido algo de oídas. Ni siquiera se sabe si
Max fue policía en este nuevo planteamiento o si ya nació en mitad de este
cataclismo. Por eso defiendo que la poca información, en este aspecto, es algo
positivo. Hace que el escenario resulte verosímil.
Parte de la audiencia y de la crítica acusa a la cinta de tener una
historia muy floja. No estoy de acuerdo. La trama no es floja, es simple. Más
aún, casi no hay guion. Para que os hagáis una idea: una página de guion debe
equivaler a un minuto de pantalla. ¿Imagináis tener qué leer estas escenas de
acción? Es imposible transcribirlas con tanto detalle. Lo que más vais a
encontrar de esta película, son storyboards. Este film tiene una narración muy
audiovisual. Muchas veces hay que fijarse en lo que hacen los personajes, más
que en lo que dicen, para percibir como se relacionan los unos con los otros.
La acción domina el discurso. Busca hacer disfrutar al espectador. Y joder,
como lo consigue.
No exagero si digo que esta es la mejor película de acción
que he visto en mi vida. Todas las escenas con vehículos fueron realizadas por
especialistas. Son increíblemente variadas. Creía que antes de la primera hora
se me harían pesadas. Nada más lejos de la realidad. Apenas hay uso de CGI. El
trabajo con las cámaras se sale de las tendencias que el género lleva años
arrastrando. Agradezco poder ver secuencias de este tipo sin meneos de cámara
que lo único que consiguen es marear. Los planos son muy abiertos. Esto hace
que podamos apreciar lo máximo posible la espectacularidad de las imágenes. En
caso de encontrarse en el interior de un vehículo, el plano suele ser cercano.
Consigue una gran sensación de inmersión, casi como si estuviéramos ahí. En
cuanto a la fotografía, quiero destacar la iluminación. La paleta de colores es
variada y vistosa. El único inconveniente estaría en las escenas que ocurren de
noche. Hay una especie de filtro azul demasiado saturado, un color poco natural.
No llega al nivel de una película de Zack Snyder, director de 300
(2006) y Batman v Superman: el amanecer de la justicia (2016), pero
casi. No es de extrañar que arrasara en los Oscars 2016 en las categorías técnicas. En lo referente a la banda
sonora, no tengo mucho que decir dado que no soy ningún experto en música. Solo
diré que cumple como acompañamiento y que no desentona. Lo único que podría
comentar es la escena en la que suena el Réquiem
de Verdi, pero tendría que revelar bastantes detalles de la misma. El ritmo
de la película es una delicia, un no parar. Pura acción y adrenalina.
No sé si lo habéis notado pero… ¡Hemos vuelto al pasado!
Nueva trilogía de Star Wars, Jurassic World, Terminator, Mad
Max… Aunque por desgracia, de estas citadas, solo la última merece la
pena. El resto… Se limita a dar vueltas sobre un mismo concepto. Repetir por
repetir, sin dar nada nuevo. Ojalá todos tomaran el mismo rumbo que la nueva
magnus opus de George Miller. O, por citar otro ejemplo, fijaros en la serie Stranger
Things (2016). En vez de volver a hacer E.T., el extraterrestre (1982)
o Los
Goonies, tenemos esta nueva historia que no desaprovecha la ocasión
para rendir homenaje a ese cine de ciencia ficción de la década de los 80 que
tan bien le sienta.
Es estupendo que en esta época de secuelas y remakes sin
sustancia llegue Mad Max: furia en la carretera para demostrar que aún se puede
hacer buen cine de entretenimiento. Me alegra que Miller haya llevado la
fórmula más allá y no se haya limitado a un “copia y pega”. Hay mucho hueco
para este tipo de obras. Me encanta el cine más cerebral y que me invita a
pensar. Pero también soy un gran amante de este tipo de trabajos que lo único
que buscan es hacer pasar un buen rato, sin tratar de aparentar ser más de lo
que ofrecen, conseguir que te olvides de tus problemas por un par de horas… Poneos
cómodos y disfrutad del viaje. “¡Sed testigos!”
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