¿Eterno retorno?

T2: Trainspotting (2017), dir. Danny Boyle

“Todo pasa. Sólo el verdadero arte es eterno.”  Théophile Gautier

Si echas un vistazo a las carteleras últimamente, habrás podido comprobar de primera mano que apenas se pueden encontrar propuestas originales a la hora de pasar por el cine. Esto lleva siendo una constante desde hace casi 8 años. Vivimos en una época en la que el séptimo arte se encuentra saturado de secuelas, relanzamientos —comúnmente denominados con el anglicismo reboot­­—, precuelas… Pero, ¿por qué?

Creo que es obvio que hace tiempo que Hollywood se ha quedado sin nuevas ideas. Resulta fácil entender por que acuden a estas alternativas: es fácil y barato. La publicidad casi se hace sola. En 2016, hasta Ben Hur tuvo un remake, una película que ya cuenta con 4 versiones distintas. Y sí, sé que la de Charlton Heston (1959), la más aclamada de todas, es también un remake. Pero es que el último refrito resulta tan soso y americanizado, que ralla la ofensa. También lleva tiempo tanteándose un relanzamiento de El cuervo (1994), una obra de culto de los años 90, el cual veo totalmente innecesario.

No me opongo para nada a los remakes o semejantes. Sin ir más lejos, mi versión favorita de King Kong es la que hizo Peter Jackson en 2005. O el relanzamiento de Mad Max en 2015, que consiguió superar con creces a la trilogía original de los años 80. Sin embargo, ese mismo año, también llegó un reboot de los 4 fantásticos conocido como Cuatro fantásticos. El elegido para dirigir este proyecto fue Josh Trank. Y una vez terminada la cinta del cuarteto… Para nada diría que es del mismo tipo que dirigió Chronicle (2012).

Me parece genial que Hollywood coja a jóvenes cineastas con talento como Trank y les ofrezca proyectos. El problema viene cuando les quitan poder creativo y hacen que su estilo pase a un segundo plano para lograr un producto más comercial y fácil de visualizar. Pero me estoy alejando del tema principal.

Cuando de verdad tengo un problema con esto, es en esas ocasiones en las que se hacen remakes americanizados de películas extranjeras. Es como si el público estadounidense no fuera capaz de ver una película de habla no inglesa. Por poner un ejemplo, la saga Millenium (2009), thriller policiaco. Lo que me resulta fascinante de ver cine de distintos países es comprobar como se abarcan los distintos géneros según la nacionalidad y cultura de sus directores. Las versiones originales de Millenium son suecas y gozan de unos elementos visuales únicos. Mientras, el remake americano (2011) se hace de lo más mundano, sin aportar nada nuevo y acaba dando lugar a una película del montón.

Si vas a revisar una fórmula, no la destroces. Aporta algo.

En febrero de 2017 se estrenó T2: Trainspotting secuela de Trainspotting (1996), cinta de culto. Ambas están dirigidas por Danny Boyle. Por resumir un poco y no entrar en spoilers: la primera película trata sobre un grupo de jóvenes adictos a la heroína, durante los años 90, sin ningún tipo de objetivo en la vida a corto plazo que no sea conseguir otro chute; “La generación perdida”. Mientras, en la continuación, vemos a esos personajes, ya no tan jóvenes, bastante decaídos y repasando su vida, todas las decisiones que tomaron… La original trataba de ser una cinta introvertida, algo más amena que lo que se vería posteriormente en Réquiem por un sueño (2000), de Darren Aronofsky. Su secuela es semejante. Sus créditos iniciales quizás no lleguen a ser tan míticos como los de la primera película pero, me sorprende como en apenas 10 minutos, Boyle consigue mostrar el estado de sus protagonistas de forma tan concisa. Sigue siendo introvertida, pero con un gran aire de nostalgia. De hecho, hay constantes homenajes a la original. No trata de superar a su antecesora, simplemente nos muestra unas figuras adultas desmitificadas como ya hizo con los arquetipos de los jóvenes en la original.

Si se van a hacer revisiones de antiguos trabajos, es así como me gustaría que se hicieran. Pero no, tenemos productos de alto presupuesto con un alma inexistente, cobramos la entrada y hasta la próxima. Desde una perspectiva más artística, esto es algo que no beneficia demasiado al legado del séptimo arte.

El ámbito de los videojuegos es otro afectado por esta tendencia. No voy a entrar en el tema de las secuelas en este medio porque sería enzarzarme con esas sagas que sacan una entrega al año y creo que ya está todo dicho al respecto. Me centraré principalmente en los remakes.

En el E3 de 2017, Sony recibió una gran ovación tras anunciar el remake de Shadow of the colossus (2006), considerado uno de los mejores videojuegos de la historia. No lo jugué cuando salió en su día, pero sí pude hacerlo posteriormente. Me pareció una obra increíble, con un minimalismo para nada molesto y una historia de lo más emotiva. Actualmente, ya se puede adquirir el remake. Es exactamente igual que el original pero con un aspecto gráfico muy superior. Los remakes de videojuegos suelen tener una mejor acogida. Como he dicho antes, no me opongo a ellos, pero no son la única vía a seguir.

No puedo evitar sentir cierta tristeza. Al pretender modernizar todas las obras pasadas, da la sensación de que lo antiguo es algo negativo y que hay que olvidar. Es prácticamente imposible adquirir una copia del Shadow of the colossus original para PlayStation 2 de primera mano. ¿Por qué este rechazo a lo qué vino antes? Es decir, ¿os imagináis qué un pintor actual volviera a realizar el cuadro de La Gioconda porqué considera qué el estilo de Da Vinci no es acorde a los estándares actuales? Vale, no lo son, pero es que es una obra de su tiempo. Creo que hay mejores formas de traer al público los clásicos tanto en cine como en videojuegos. Aquí entran las remasterizaciones y la retrocompatibilidad.

Me explico: creo que todos estamos de acuerdo en que la piratería es perjudicial para cualquier industria. Ahora, con el auge de los libros electrónicos, hasta la literatura se ve afectada. Pero, de no ser por la piratería, yo no podría haber disfrutado de muchos videojuegos de los años 80 y 90. A ver quién es el guapo que encuentra hoy en día una copia original de un juego de esas fechas sin piratearlo… Y en este aspecto, estoy centrándome más en la industria del videojuego porque es la que está haciendo un mejor trabajo. Salen remasterizaciones casi cada mes.
El cine también debería aspirar a esto. Sobre todo en lo que se refiere a cine mudo. Obras más conocidas como Nosferatu (1922) o cualquier trabajo de Charlie Chaplin son fáciles de encontrar en formatos actuales. Pero muchas otras, casi han caído en el olvido.

Resumiré mi conclusión: durante la segunda mitad del siglo XX llegaron las que están consideradas las obras mater del séptimo arte. Y han llegado también muchas destacables en lo que llevamos del segundo milenio. Pero son más escasas. En cuanto a los videojuegos, es una industria de lo más joven que aún se está asentando y bebe bastante del cine. Ni siquiera está reconocida como arte. Sí, considero los videojuegos son arte, basta ya con el debate. Los hay mejores y peores, al igual que en el cine, la música, la pintura, la literatura… Debemos esforzarnos en conocer trabajos de todos los tiempos y todas las corrientes. Eso solo nos hará individuos más cultivados, capaces de entender a los precursores de las distintas artes.

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